martes, 31 de diciembre de 2013

Así se hizo: Muñeca abrazando a su juguete


El proceso creativo de este dibujo ha sido largo y laborioso, pues he necesitado muchas horas de meditación y trabajo. No obstante, he acabado satisfecho al finalizar la obra, y reconozco, que el resultado me ha hecho muy feliz. Sin embargo, el proceso de elaboración también ha sido bello, al igual que inesperado. La aventura de dibujar es un camino caprichoso, a la merced de los estados de ánimo del dibujante, de la inspiración, y de otras dificultades relacionadas con el talento. Con la obra terminada, se entierra ese camino para dar paso a la contemplación. Se pierde la evolución de la obra y todo lo que ha ido transmitiendo en su elaboración ¿Una lástima, no? Caballeros, Señoritas... tengo el placer de volver a recorrer ese camino creativo, explicando por primera vez, todo el proceso que he ido haciendo a lo largo de la aventura del dibujar. Espero que lo disfrutéis, prestad atención.


Para empezar a caminar mediante el acto de dibujar, empecé con un papel de 100 x 70 cm., y mis herramientas favoritas, un portaminas de 0,7 mm., una goma, y carboncillos. 
Al principio, un papel tan grande, en blanco, impone su respeto, ya que nos ofrece un mundo lleno de posibilidades. Aunque también, un papel en blanco puede ser un laberinto sin salida, si nos disponemos a dibujar y no sabemos el qué. Para reducir nuestras posibilidades de desorientación en nuestro proceso creativo, es necesario tener una idea previa de lo que se quiere dibujar. En mi caso, sigo con mi serie de las marionetas, una marioneta-niña abrazando a otra más pequeña, sería su juguete. En la Facultad de Bellas Artes, me enseñaron a realizar primero una serie de líneas guía, para bocetar los cimientos del dibujo. Sin embargo, en varias ocasiones, me he saltado ese paso para ir directamente al detalle. Quizás sea una error, pero... me dejo llevar por algo y... En fin, como podéis observar, empiezo a dibujar las cabezas, no sabría explicar por qué, pero para mí, las expresiones faciales son muy importantes, definen el carácter del dibujo. Por ello, suelo empezar por la cara, y poco a poco, mis trazos se van ampliando hasta componer el dibujo en su totalidad.


Una vez que tengo los rostros aclarados, me gusta meterle una pequeña gama de grises para tantear como va quedando. En casi todas mis sesiones de dibujo, he estado retocando la cara, y el pelo, con un juego de rayado. Teniéndolo más o menos claro, fue entonces cuando empecé a meterle las líneas guía para el resto del dibujo. Simples líneas, sin ningún tipo de relleno, ni iluminación. Todavía estaba en el comienzo del camino, y no sabía que senderos tomar, el papel era enorme.


Aquí, detallo la cabeza del payaso, su sombrero, y los cascabeles. También empiezo a detallar las dos velas que había bocetado previamente, al principio sólo iba a ponerle dos. Me encanta dibujar velas, y más colorearlas, es una forma bella de crear fuentes de luz en un cuadro, de hecho, casi parece un elemento característico de mi obra. Posteriormente, seguí detallando el rostro de la niña y su cuello, sin saber siquiera cómo resolver el vestido y el resto del dibujo. Al dibujar con portaminas, no tengo prisa por dar soluciones a mis incógnitas, pues esta herramienta, pese a su definición en el trazo, requiere tiempo, el suficiente como para ir meditando en el siguiente paso.


Coloco un espejo que ocupará gran parte de la hoja de dibujo y de la composición. Más una columna de madera, que simula otro elemento del mueble del espejo. Aquí decido detallar la columna, crear vetados de madera y su textura, es otro ejercicio del que disfruto bastante. Luego empecé a tantear los grises del fondo.


En la siguiente sesión, detallo el marco del espejo, que al igual que la columna, procuro sacarle el mismo juego de vetados y texturas para darle similitud al decorado. Luego seguí trabajando el fondo con carboncillo negro, al tener claro el límite del espejo.


En esta sesión, decido ir definiendo el tamaño del payaso, y su vestuario, con una sencilla composición de estampado de cuadros a base de grises. Sin descuidar los puntos de luz que provocarían la iluminación de las velas, ningún elemento debe de estar aislado de su contexto ambiental.


Aquí os dejo un detalle sobre el vestuario del payaso y de las expresiones faciales. Acabo de recordad, con el visionado de esta imagen, que durante horas tuve dificultades a la hora de encajar los brazos y las articulaciones. Quería dibujar un abrazo que pareciera natural, sin embargo, la muñeca es de madera y tiene articulaciones artificiales. Lo quisiera o no, la postura de la niña iba a ser un poco forzada. Tras varios bocetos y borrados, al final, dejé la composición de líneas que me parecieron más acertadas para que el abrazo al juguete fuese lo más natural posible.




En esta otra sesión, me decido a componer, mediante grises, los pliegues y tonalidades del vestido de la niña, respetando, por supuesto, la iluminación de las velas. También empiezo a rellenar los brazos, incidiendo en las articulaciones, metiéndoles pequeños brillos y marcas que simulen madera, pero sin recurrir a las vetas, para que los brazos estén en armonía con el rostro de la niña.


La parte de la derecha del dibujo, quedaba pobre con respecto al resto de la composición, tuve un gran vacío que visualmente dejaba cojo al dibujo. Por lo que decidí hacer un motivo decorativo con rosas, cuyos tallos, se alzan con pronunciadas curvas. Las curvas de las flores, me ayudaron a darle dinamismo al dibujo, movimiento, a algo tan estático como son el espejo y la propia niña. Considero que el dibujo ha ganado en riqueza, y equilibrio, al enfrentar lo estático con lo curvo.


Decidí que toda la base del dibujo fuera de negro, tan negro y opaco como se pudiera, un relleno que hice a base de carboncillo. Una idea que cogí de los pintores como Goya o Rembrant, para dejar de añadir elementos a la composición, y así, no quitarle protagonismo a los elementos que debían tenerlo, como el rostro de la niña, su mirada que observa al espectador, y el gesto del abrazo hacia su juguete. Cuando tuve el dibujo acabado, le di una capa de laca para fijarlo en el papel. Posteriormente, incidí una vez más en los negros, remarcándolos, hasta asegurarme que las posibilidades de mi material no podían oscurecer más las partes que debían de ser completamente negras. Y por último, le di otra capa de laca. Fue en ese instante cuando me alejé varios pasos, cogí asiento, y le dediqué unos momentos a la tarea de la contemplación. Mi trabajo había finalizado.


No hay comentarios: