Abraham Moscardó con 15 años de edad.
En este espacio dejaremos de lado, por un momento, la cronología del artista para dar a conocer una muestra de las primeras obras del pintor en su etapa infantil-adolescente.
Época donde estudiaba en el colegio religioso Jesús María, y descubría al mismo tiempo la pintura al óleo, tal y como vemos en el cuadro de abajo que desarrolló en 1.996, donde por primera vez, empieza a experimentar con el óleo y el lienzo.
Más abajo tenemos una serie de dibujos en blanco y negro que fueron la base inicial de una próspera evolución. Del cajón de las antigüedades recuperamos estas obras para dar a conocer los primeros pasos de un niño que empezó a expresarse, de un pintor que inició su camino desde la infancia, el origen artístico de Abraham Moscardó.
Más abajo tenemos una serie de dibujos en blanco y negro que fueron la base inicial de una próspera evolución. Del cajón de las antigüedades recuperamos estas obras para dar a conocer los primeros pasos de un niño que empezó a expresarse, de un pintor que inició su camino desde la infancia, el origen artístico de Abraham Moscardó.
El primer cuadro.
Óleo sobre lienzo.
1.996
Pintado con 11 años de edad.
Este sencillo bodegón fue el primer cuadro que Abraham M. pintó al óleo a sus 11 años de edad. El cuadro presenta una resultado estético muy simple e infantil, pues se ven colores prácticamente sin mezclar, aplicados directamente del tubo, y con unas pinceladas muy toscas, que hicieron perder las proporciones del previo boceto. Sin embargo, una vez dada por terminada su primera pintura al óleo, recogió un aliciente que le haría desarrollar tanto el interés por el arte, como por su propia expresión pictórica.
Autorretrato creado con 16 años de edad.
Dibujo a lápiz sobre papel A-4
2.001
Dibujo a lápiz sobre papel A-4
2.001
Multitud de dibujos a lápiz realizó Abraham M. desde una edad muy temprana, como cualquier niño, garabatear sobre folios desechables fue una práctica diaria. Y mientras otros niños crecían y se acogían a otros juegos, Abraham M. no cesó de experimentar con los lápices, y poco a poco fue dejando la práctica del garabateo, para ir evolucionando a formas más reconocibles y complejas.
A cada dibujo que realizaba, el salto técnico era mayor, al igual que el placer que sentía al hacerlos. No sólo sentía placer por las mejoras que se iban incorporando a su destreza creativa, sino porque también se estaba dando la oportunidad de ir apropiándose de un mundo personal e intransferible.
La Virgen que se muestra abajo, fue el último dibujo que realizó antes de abandonar el colegio, e ingresar en el Bachiller de Arte. En el colegio religioso, una profesora admiró el dibujo, lo tomó e hizo una copia. El dibujo original fue entregado al autor, dibujo que todavía conserva, y la copia fue expuesto en el aula donde se impartían las clases.
En la Virgen llorando, ya se ve un mayor dominio de las degradaciones tonales, y una mayor preocupación en cuanto al relleno de los espacios en blanco.
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