El proyecto artístico que aquí presento surge con una primera idea de representar un paisaje que nos inspire un entorno de naturaleza, en un estilo pictórico abstracto. El paisaje debía cumplir un requisito fundamental, que la obra, una vez finalizada, debía invitar al espectador de la obra a la contemplación y al relajamiento, inducido por una gama cromática naturalista plasmada sobre el lienzo. Para ello, debía seleccionar una paleta de colores acorde con las sensibilidades que nos inspiren la propia naturaleza, como son el amarillo, colores tierra, y por supuesto, una amplia gama de tonalidades verdes.
El soporte escogido fue un lienzo de gran formato de 195 x 130 cm.
Este es el material inicial, pintura acrílica con colores básicos como el amarillo, el azul y el blanco, la mezcla de éstos tres me dieron el color base con el que rompería el impoluto blanco del lienzo.
Tras el secado natural de la pintura, el acabado de la primera capa de color fue perfecto, fue un primer verde precioso, absorbente y magnético. ¿Habrá un color más perfecto que el verde?
Estuve tentado en dar la obra por finalizada en este punto, ya no necesitaba más, con tan sólo ver el lienzo con este color envolvente ya tenía suficiente, para que la obra transmitiera la paz estética que debía expresar. En esta fase el cuadro ya cumplía con su cometido, lo había logrado, Hortus Aeternus se había convertido en una realidad artística desde ese momento, cualquier añadido posterior sería un riesgo innecesario que amenazaría con el desequilibrio de ese verde perfecto. ¿Sería un pecado creativo dejar la obra así sin más? Podría ser una obra minimalista y monocroma, un homenaje a la sencillez de la naturaleza misma.
Sin embargo, se dieron dos factores que me obligaron a continuar con mi trabajo. Primero, que una vida sin riesgos sería una vida segura, sí, pero aburrida, estancada y sin posibilidades de mejora, con el arte pasa exactamente lo mismo. Y segundo, fue mi propia locura artística lo que me llevó a continuar con la obra. Puedo hablar con las obras de arte que estoy desarrollando. Es curioso, el arte te habla con un silencioso lenguaje, si estás bien concentrado puedes escucharlo con claridad, te dice cosas como añade esto, quita esto otro, o corrige aquí, y cuando la obra queda concluida es cuando se calla y te deja vivir tranquilo, es ahí cuando sabes que tu obra ya ha concluido.
En el caso de Hortus Aeternus me exigía superación, en lo técnico y en lo creativo, y me decía cosas como: "Venga ya, tu puedes con más, coge los pinceles y no seas un cobarde, échale ganas, haz un Hortus Aeternus de verdad".
Voy a trabajar con una pintura matérica, buscando un registro plástico con múltiples texturas y relieves, y para conseguir los efectos deseados usaré un ingrediente adicional, un medio en polvo que me permite espesar la pintura, dándome así un material moldeable y pastoso similar a la escayola.
Primeras sesiones con la pintura moldeable, aunque el resultado final de la obra no lo parezca, en realidad he ido improvisando el cuadro desde el principio, no tenía el proyecto planificado, por lo que jugaba con la espontaneidad creativa y con el azar del momento. Una aventura a ciegas en el que no sabía cómo podía acabar la obra. En esta fase sólo estaba experimentando con la materia y haciendo pruebas de color, he de decir, el resultado que estaba obteniendo en aquel momento me estaba dejando satisfecho.
Para cada color empleado en esta fase, debía utilizar una mezcla distinta con el medio en polvo.
A la derecha del lienzo, he intentado recrear un arbusto, elemento que posteriormente no me hacía sentir orgulloso, lo vi como una figura extraña, molesta, que me rompía el esquema de la composición. Ya había mencionado que esta obra era toda una improvisación, así que acepté el error del arbusto y me propuse a cubrirlo con un elemento nuevo.
Detalle de la fase siguiente de la obra, arbusto completamente cubierto, con la añadidura de dos elementos ornamentales a ambos lados del lienzo, con un color semejante al verde oliva.
Fase siguiente, cubrir de amarillo con matices verdes el área derecho inferior del lienzo, consiguiendo así una mayor simetría cromática en el conjunto de la obra.
Detalle de texturas utilizadas
Con carboncillo dibujo los elementos esféricos de la obra,en mis trabajos recientes he sido muy dado a incorporar esferas o elementos curvos a mis composiciones. Dichos elementos le dan al conjunto de la obra un dinamismo especial, para mí, los elementos curvos representan el movimiento, y otorgan al cuadro una energía visual, haciendo que la obra no se perciba como una imagen monótona y aburrida.
Para el fondo hago una nueva mezcla de masilla, esta vez sin pintura e incoloro, haciendo que la textura resulte más áspera al tacto. En esta fase el verde perfecto inicial había desaparecido casi por completo. Hortus Aeternus se convirtió en una obra tosca y embrutecida, por un material que daba un acabado sucio y monocromo.
A partir de aquí es cuando retomo el óleo, para dar los acabados de color que la obra debe tener, empiezo tanteando el fondo, con un verde acorde con el resto del conjunto. He de añadir que la dureza de la textura que había empleado con la masilla, hacía que el pelo del pincel se consumiera en una sola tarde de trabajo, por lo que utilizaba un pincel nuevo cada día. No debía alargar mucho esta fase de trabajo, ni cometer demasiados errores para corregirlo, si no quería hacer un gasto de pinceles mayor del necesario.
Una vez que ya tenía todo el fondo coloreado, llegó el momento de ser más precisos con el trabajo de pincel fino, empecé a tantear la definición de las formas de la vegetación. Esta iba a ser una fase muy laboriosa, en el que me exigiría paciencia y mucha concentración, especialmente cuando fuera a abordar la vegetación que iba a representar en el interior de las esferas.
De las dos esferas, empiezo por el de la izquierda, quizás por mi condición de zurdo, siendo zurdo me es más cómodo orientarme por el lado izquierdo primero, para luego ir completando el resto. Para el interior de las esferas había pensado resolverlo con hojas de vegetación, a partir de aquí la obra dejaría de ser una pieza de texturas y manchas, ahora se combinaría con la figuración.
En esta fase de trabajo fui consciente de que el proyecto ya no se trataba de hacer una obra 100% abstracta, sino un híbrido, por los elementos figurativos que estaba incorporando.
Todavía era pronto para saberlo a ciencia cierta, pero, auguraba un buen resultado, un cuadro que tras finalizarlo me dejaría satisfecho y orgulloso de mi trabajo.
Para las hojas que he ido pintando en el interior de las esferas, he utilizado una paleta de colores que contenían el amarillo, verde oliva, blanco y marrón siena tostada. Fue un trabajo muy minucioso en que puso a prueba mi pulso y paciencia, sería denso y aburrido explicar cómo fue el proceso de pintar cada una de las hojas de la esfera, por lo que prefiero callarme y dejaros con mi colección de fotografías, que ilustrarán con imágenes el avance del proyecto.
Detalle
Detalle
Detalle
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Prueba de color en el arco superior
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Detalle
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Ya casi tengo la totalidad de la bola, me llevó varios días llegar hasta aquí, ya estaba cansado de la monotonía de este ejercicio, y aún me queda toda la segunda esfera por rellenar, así que no debía sucumbir al desespero ni al abandono por aburrimiento. El resultado merecería la pena abusar de la paciencia.
Vista del conjunto de la obra en proceso.
Inicio de la vegetalización de la segunda esfera, en esta fase estaba rezando para que la paciencia y el esmero mantuvieran el nivel.
Detalle
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Detalle
Detalle
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Detalle, segunda esfera concluida
Prueba de color con el área de musgo izquierdo
Me había percatado que el color de las hojas y el musgo era casi el mismo, y eso iba a repercutir en una uniformidad cromática. Para corregir ésto, decidí hacer un repintado de hojas incrementando el amarillo, de esta forma la obra cobraría más fuerza y un mayor efecto de luminosidad. Y sí, por si lo estabais pensando, volví a pintar el interior de las dos esferas, esperando que esta fuera la capa de color definitiva. Y ya que me pongo a describir el proceso de esta fase, os diré que utilicé un pincel del número 2, para ser más precisos en cuanto al detalle y a la hora de perfilar los contornos.
Pintado de musgo en el lado derecho del lienzo
Detalle
Detalle, diferenciación del repintado, las hojas con el repintado definitivo lucían con más luminosidad, ¿podéis verlo? Esta vez empecé a pintar de derecha a izquierda, de este modo no me llevaría la pintura fresca por delante al pintar con la mano zurda.
Detalle.
Detalle del avance
Detalle del avance
Detalle del avance, ya no tengo más fotografías del repintado, pero ya os hacéis una idea de cómo fue el proceso hasta finalizar la obra. Pintar y repintar las esferas fue el trabajo grueso de todo el proyecto, lo que más tiempo me llevó, y lo que hizo que viera demasiado lejos la luz del túnel, pero lo logré, Hortus Aeternus había superado con creces mis expectativas iniciales. La obra fue un proyecto de comienzos improvisados, y al final se había convertido en un trabajo artístico de definición y detallismo. Finalmente mis buenos augurios sobre la obra en proceso se habían cumplido, la obra concluida me pareció una maravilla, y un buen motivo para sentirme satisfecho de haber hecho un buen trabajo.
Firma y fecha en la parte de atrás del lienzo, por la extensa materia en relieve extendido sobre el lienzo no quedaba hueco para firmar la obra, pero la firma en la parte de atrás es igual de válida, e igualmente le otorga la autenticidad de autor.
Hortus Aeternus, ha sido toda una experiencia artística y una fascinante aventura con la creatividad. Llevar a cabo el proyecto es como mantener una relación, a veces las cosas van fluidas, y la acción artística sucede de forma fácil y natural, aunque a veces el proyecto se resistía, como si el entendimiento entre nosotros se complicara. Cuando el lienzo está en blanco la obra está muda, no te expresa nada, tan sólo es un lienzo en blanco, un soporte anónimo para expresarte, pero a medida que vas avanzando el diálogo se va sucediendo, como si la obra cogiera confianza contigo, y tú con la obra. El proyecto te va indicando el orden de las cosas, y cómo debes ejecutarlas, pero no escuches ese diálogo interno y puedes pagar muy caro los errores creativos. Sin embargo, he estado abierto y atento a lo que el proyecto me dictaba, he intentado portarme lo mejor posible, con dedicación, atención y disciplina, y la obra me ha premiado con una belleza única.
Agradezco a este proyecto sus constantes exigencias técnicas, algunas veces me ha llevado hasta el agotamiento y hastío, pero gracias a sus reclamos he podido superarme, creo que no he sido ningún cobarde, y he hecho realidad un Hortus Aeternus de verdad.